"Y, sobre todo, leíamos, leíamos todo lo que nos caía en las manos. Sacábamos libros de todas las bibliotecas públicas y, unos a otros, nos dejábamos prestados los hallazgos que conseguíamos encontrar. Pero la mejor academia, el lugar donde mejor se informaba uno de todas las novedades, era el café".
«El mundo de ayer. Memorias de un europeo». Stefan Zweig.
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lunes, 1 de julio de 2013

RECOMENDACIONES AGRESIVAS

Conozco una librería de libros nuevos en Barcelona, obsesionada en recomendar. Me acuerdo de la primera vez que entré, hace ya algunos años. Antes de dar mi cuarto paso dentro de la librería, se me acerca la propietaria (lo descubrí después que lo era) y me pregunta: "¿Señor quiere que le recomiende algo?". A mi me resulta una pregunta incomoda a más no poder; primero porque cuando entro en una librería, me gusta pasearme y mirar tranquilamente sin que nadie me moleste, tenga claro o no si voy a llevarme algo en concreto; segundo, porque  entiendo que las recomendaciones más útiles son, o bien las que nos hacen personas amigas o conocidas que saben cuales son nuestros gustos (y nosotros los de ellos), o bien las redactadas por reseñadores a los cuales uno conoce bien después de haberlos estado siguiendo un tiempo; y a esta amable y voluntariosa señora librera no la conocía de nada, y sin ánimo de despreciar, sigo sin conocerla. El caso es que todo hubiera quedado en una anécdota sin mucha relevancia de no ser por lo que siguió inmediatamente después de contestarle un recurrente y educado: "No, no hace falta, gracias". Sin darme tiempo a alejarme de ella, me dice: "Si quiere algo nuevo le recomiendo esta novela de Noah Gordon" y me señala una pila de ejemplares de El último judío; y va y me suelta todo un discurso sobre lo maravillosa que son obra y autor, y que si esto y lo otro, y que si patatín y que si patatán y que se yo más ; y quien esto escribe aguantando mecha, que uno es educado, o lo intenta al menos, aunque no haya estudiado en colegio de pago. La situación, por tanto ha cambiado, porque veamos: -la amable y voluntariosa señora librera- se ha convertido en -la pesada y voluntariosa señora vendedora-, y eso si que ya me toca los innombrables. No he leído el libro, ni nada de Gordon, y no puedo opinar; igual me estoy perdiendo algo buenísimo, pero esto ahora da igual, lo que me molestó es que me lo quisiera meter con calzador y sin venir a cuento; en una palabra: que me lo quisiera vender. Bueno pues, al final su intento de clavarme sus colmillos en mi cartera fracasó. En visitas sucesivas, me quedó confirmado el modo de hacer de esta librería; todos los que trabajan en ella se lanzan a "recomendar" como posesos. A primera vista la cosa parece digna de agradecimiento, pero es que no se paran donde y cuando deberían. Lo correcto, bajo mi punto de vista, es que te pregunten, y si contestas que no, ahí se acaba todo y uno sigue a lo suyo  tranquilamente; pero no, empiezan preguntando si quieres recomendación y acaban recomendando lo que ellos quieren sin que uno lo haya pedido. Pesaditos, leñe!.

5 comentarios:

  1. Coincido contigo, pero no solo con los libros. Es con todo, si voy de compras, por favor, no me moleste que no soy tonto y si necesito ayuda se la pediré. Generalmente si me incordian con estas tonterías suelo irme de la tienda. No me resulta cómodo. Que le vamos a hacer.

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  2. Exactamente Iñigo. La de veces que me he ido de una tienda por cosas así.

    Paciencia, si, pero hay días que....

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  3. Coincido contigo por completo.

    Yo también soy un lector empedernido y cuando voy a una librería me disgusta que algún vendedor se me acerque para recomendarme "la última novedad". Prefiero estar tranquilo, pasarme un buen rato ojeando sin molestias y hacer mi elección (en caso de que encuentre algo que realmente me interese) sin interferencias de ningún tipo.

    Saludos.

    Sergi.

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    1. Hola Sergi, bienvenido tu comentario y bienvenido tu a mi blog.
      Nos leemos.

      Cesc

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