Sándor Márai, nacido en Hungría en el año 1900, está considerado como uno de los escritores más importantes de la literatura centroeuropea. Su obra estuvo prohibida en su país durante largo tiempo, por culpa del yugo comunista, provocando su olvido. A partir de la caída del comunismo, su obra y memoria resurgió tanto en su Hungría natal, como en todo el mundo. Márai, tanto él como su obra, pertenece a ese brillante grupo de escritores centroeuropeos, que vivieron la Primera Guerra Mundial y el periodo de entreguerras; Stefan Zweig, Joseph Roth, Arthur Schnitzler, Hugo Von Hofmannsthal, Karl Kraus, y algún otro que ahora no acude a mi memoria, o que aún no conozco.
El signo de su tiempo, esta presente en la obra de todos ellos. Valga esta afirmación para empezar a hablar de El último encuentro. Los personajes de esta historia, a raíz de los motivos de su distanciamiento, reviven a través de sus recuerdos, su ya lejana infancia y su ya lejana juventud; las cuales transcurren en los últimos tiempos del Imperio Austro-Húngaro. Tiempos de decadencia que el autor hace concordar con la situación interpersonal de los dos personajes principales, creando así un clima triste y nostálgico que provoca una ambientación atractivamente oscura y elegante, que coincide con la elegancia de la prosa de Márai. Una prosa impregnada de literatura de altos vuelos, concentrada principalmente en forma de monólogos, en una novela más bien corta y con un número de personajes que se cuentan con los dedos de una mano, y aún sobra alguno. Todo ello le da un cierto aire intimista, al que se une una deliciosa melancolía que atraviesa todo el libro. Es un libro lleno de reflexiones sobre la amistad, el amor, la personalidad de las personas; sobre los secretos y rincones oscuros del alma humana. Se trata de una auténtica avalancha de reflexiones que no da respiro al lector, que lejos de agobiar, lo que hace es enganchar a este y estimular su pensamiento. La novela tiene cierto punto teatral y melodramático muy bien mesurado. Y la verdad es que el argumento es muy sencillo, mundano me atrevería a decir; rozando lo folletinesco; pero caramba, como lo trata Márai para crear algo especial. Y en ese algo especial existe un efecto muy conseguido: la libertad del lector para interpretar ciertos hechos, que el autor hábilmente trata como misterios; como negándose a desvelarlo todo para proteger a sus personajes. Porque a fin de cuentas: ¿Que es la vida sino un continuo flujo de sutiles dudas, que irrumpen incluso en nuestras más absolutas certezas?.
Sándor Márai nació en 1900 en la entonces ciudad húngara de Kassa. Se exilio voluntariamente, evitando el régimen de Horthy, volviendo poco después. Volvió a abandonar el país, esta vez definitivamente, rumbo a Estados Unidos, huyendo del comunismo. Olvidado a causa de la prohibición de su obra durante el régimen comunista, resurgió decenios después tras la decadencia de dicho régimen. Las nuevas generaciones descubrieron así, a uno de los escritores centroeuropeos más talentosos que han habido. Se suicido en 1989, cuando estaba a punto de caer el muro de Berlín. Sándor Márai fue un brillante observador del alma humana.
Un saludo.
"Y, sobre todo, leíamos, leíamos todo lo que nos caía en las manos. Sacábamos libros de todas las bibliotecas públicas y, unos a otros, nos dejábamos prestados los hallazgos que conseguíamos encontrar. Pero la mejor academia, el lugar donde mejor se informaba uno de todas las novedades, era el café".
«El mundo de ayer. Memorias de un europeo». Stefan Zweig.
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Ese ambiente de elegante decadencia, se me antoja el marco perfecto para el tipo de novela que tan bien describes.
ResponderEliminarAsí me lo parece a mi también. El resultado es una delicia.
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