Escrita en 1962, esta es la segunda novela de J. G. Ballard. Al igual que su primera novela, Un mundo sumergido, y a otras tantas, se trata de una buena muestra de ciencia-ficción apocalíptica; un subgénero en el que Ballard se prodigó con asiduidad, llegando a ser una de las piedras angulares de su obra, sino la principal. En El viento de la nada, el autor imagina el planeta Tierra, azotado por "un vientecillo" que "pa-qué-te-voy-a-contar". Novela llena de ritmo y de acción; en la que el interés no decae en ningún momento; con escenas memorables, como por ejemplo: los refugiados sobreviviendo en túneles subterráneos. Buena Ci-Fi de entretenimiento más que otra cosa, en la que Ballard no se preocupa demasiado en profundizar en los personajes, ni en nada; sino que concede la soberanía de la narración a los hechos apocalípticos y a los esfuerzos de supervivencia de los terrícolas, sobretodo del grupo de protagonistas. La novela tiene un cierto regusto a película de serie B realmente encantador; me refiero al decir esto, a la ambientación y a la forma de narrarla. Más cosas que me gustan son: un principio muy original, el cual empieza incluso antes del primer capítulo, e incluso antes de la página interior del título, y un final de desenlace elaborado y escena final que a mi me parece, vuelvo a repetir la expresión, de película de serie B.
La edición que he leído es una de las joyas de mi biblioteca; un atractivo ejemplar del año 1966 de la -colección Halcón-, compuesta por 107 títulos en formato bolsillo de Ci-Fi, de la editorial mexicana -Diana-, que tiene en su diseño todo el sabor y buen gusto de aquella época; buenas portadas y ese lomo amarillo con letras negras inconfundible.
Me gustaría tener más ejemplares de esta colección y leer más cosas de J. G. Ballard. Lo segundo es más fácil que lo primero.
"Y, sobre todo, leíamos, leíamos todo lo que nos caía en las manos. Sacábamos libros de todas las bibliotecas públicas y, unos a otros, nos dejábamos prestados los hallazgos que conseguíamos encontrar. Pero la mejor academia, el lugar donde mejor se informaba uno de todas las novedades, era el café".
«El mundo de ayer. Memorias de un europeo». Stefan Zweig.
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